El duelo en los niños
- Tias Madrinas
- 1 sept 2017
- 4 Min. de lectura
Hace una semana me pidieron que escriba sobre el duelo en los niños. Este es probablemente el artículo más difícil que he escrito. Empezarlo me tomó días, de pronto estaba más ocupada que de costumbre y por supuesto sin tiempo para sentarme y pensar sobre el duelo. ¿Por donde empezar a entenderlo? ¿Cómo pensar la pérdida definitiva de un ser amado? ¿Cómo dar sentido en nuestra mente a la muerte? Estas son las preguntas más difíciles de responder, quizás, por eso mi oportuna agenda recargada me impedía contactarme con este hecho inminente para todos. Mi resistencia para escribir sobre el duelo solo representaba mi propio temor y el de muchos ante el hecho de sentirnos vulnerables. La muerte sin duda nos confronta con nuestra naturaleza finita y la falta de control sobre el término de nuestras propias vidas. Si bien podemos elegir cómo vivirlas, no podemos elegir cómo ni cuándo llegarán a su fin. Si para nosotros como adultos resulta tan confuso pasar por la pérdida de un ser querido ¿Cómo podemos explicárselo a un niño? ¿Cómo ayudarlo a atravesar este proceso? Ponerlo en palabras puede tomar meses y entenderlo quizás más tiempo aún.

La pérdida de un ser querido no solo genera dolor a cualquier edad, también genera angustia, confusión y miedo. La mayoría de los adultos no sabemos qué hacer para ayudar a nuestros hijos y en ocasiones optamos por no hablar sobre la situación ni mostrar nuestros sentimientos; después de todo estamos rodeados de mensajes como “no llores, tienes que ser fuerte”. Evitar hablar sobre la pérdida no hace que ésta se revierta. Muchas veces callamos por el dolor que genera poner esos sentimientos en palabras. Hablarlo nos pone en contacto con nuestras emociones. Lo vuelve real. Sin embargo, el proceso de duelo es algo normal, necesario y adaptativo y cumple diversas funciones, como: aceptar la pérdida, adaptarse al ambiente en el cual el difunto ya no está presente, reflexionar sobre momentos de la vida compartidos y preparar a los familiares para continuar. Existe un consenso en que se ha superado el duelo cuando podemos recordar a la persona fallecida sin llorar ni desconcertarse y cuando se pueden establecer relaciones nuevas y aceptar los retos de la vida. En el duelo normal que puede durar entre uno y dos años (esto es relativo y dependerá de cada persona), es frecuente que exista una sensación de que la persona fallecida aún está presente, una sensación de soledad profunda, tristeza, angustia, miedos, etc. ¿Cómo entienden los niños la muerte? En los niños, existen una serie de características distintas que dependiendo de la edad, facilitan a los familiares abordar la situación. En torno a los dos años el niño percibe la pérdida y sufre y pone los sentimientos en la separación, pero no puede comprender el significado de la muerte. No existe un concepto de la muerte a esa edad por lo que ésta equivale a la separación, bajo la percepción de que falta algo o alguien. Entre los cuatro y los seis años, tienen una comprensión limitada de la muerte. Los pequeños, gracias a su pensamiento mágico, creen que quien muere, puede después volver a la vida. Un niño puede aceptar la noticia de la muerte con realidad y hablar de ella, aunque con la limitación en la expresión de sentimientos propios de su corta edad. Es necesario explicarles una y otra vez lo ocurrido y lo que significa la muerte por doloroso que sea. Es importante tener en cuenta que los niños pueden sufrir un retroceso en las conductas que previamente dominaban, como el descontrol de esfínteres o el miedo a la separación. Para que el niño entienda qué es la muerte, suele ser útil hacer referencia a los muchos momentos de la vida cotidiana donde la muerte está presente: en la naturaleza, muerte de animales de compañía… y evitar expresiones como “se ha ido” aisladas de la explicación de lo que ello significa, pues podemos alimentar la idea de que si se ha ido entonces puede volver. Entre los seis y los nueve años, los niños necesitan conceptualizar el hecho de la muerte; ya distinguen la fantasía de la realidad y pueden comprender la muerte y sus consecuencias. No obstante, puede aparecer también el sentimiento de culpa, sintiéndose él responsable de alguna manera de la causa del fallecimiento. Aunque cognitivamente parece que puedan estar preparados, la muerte de un ser querido puede generar un trauma que ponga a prueba su capacidad para afrontarla. ¿Cómo y cuándo hablarle de la muerte de un ser querido a un niño? Aunque resulte muy doloroso y difícil, es mejor hacerlo pronto. Pasadas las primeras horas ha de buscarse un momento y un lugar adecuado y explicarles lo ocurrido con palabras sencillas y sinceras. Señalar que todos las personas tienen que morir algún día y que le ocurre a todo el mundo, que no es culpa de nadie, sino que es algo natural, triste, pero natural. Permitir al niño asistir y participar en el funeral o el entierro, puede ayudarlo a entender el paso de la muerte e iniciar mejor el proceso de duelo. Comentarle lo que va a ver o a oír, así pueden estar preparados y saber qué esperar. Si los padres están demasiado afectados, puede ser conveniente que otra persona (un familiar o amigo de la familia) se ocupe de atenderlo y de acompañarlo durante estos actos. Se pueden contar cuentos o fábulas, si el niño es muy pequeño para que lo ayuden a comparar lo que está pasando acorde con las creencias y filosofías de la familia. Es muy importante permitirle a los niños que se expresen, que cuenten lo que sienten, recordar las cosas bonitas que se han vivido y sobre todo mantenerse física y emocionalmente cerca del niño. Permitirle estar cerca, abrazarlo, escucharlo y ¿por qué no? llorar con él.
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Artículo escrito por: Lic. Sofía Morán - Psicóloga Clínica y psicoterapeuta psicoanalítica en formación.
La muerte es algo natural y como natural debe de ser tratada, incluso con los más pequeños.
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